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Estoy seguro de que la mayoría de los padres cristianos, en alguna ocasión u otra, le han enseñado a sus hijos Colosenses 3:20:
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
O qué tal, Efesios 6:1–3:
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. “Honra a tu padre y a tu madre” —que es el primer mandamiento con
promesa—, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra.
Estas dos cualidades de carácter de obedecer y honrar a los padres son vitales para agradar a Dios. Sin embargo, es importante comprender que la obediencia tiene que ver con un acto externo, mientras que honrar tiene que ver con una actitud interna del corazón.
Como padres, todos podemos recordar esas ocasiones cuando nuestros hijos fueron obedientes externamente pero irrespetuosos internamente. Quizás logró que se sentaran en alguna esquina pero, mientras permanecían ahí, pensaban: “¡Estaré sentado por fuera pero por dentro estoy de pie y no paro de moverme!”
Si usted es padre, es igual de esencial para usted tratar una actitud irrespetuosa así como un acto desobediente. Es parte del papel que Dios le ha otorgado: enseñar a sus hijos obediencia y respeto a las autoridades.
Mientras sus hijos aprenden a obedecer y a respetar, no solamente les traerá paz, sino que experimentarán la bendición de Dios en sus vidas.
De manera que, mientras se esfuerza en criar a sus hijos para que se desarrollen en esas personas que Dios desea que sean, haga suya la prioridad de enseñar a sus hijos las cualidades de respetar y obedecer a las autoridades. ¡Algún día le bendecirán por ello!
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