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En nuestros días, los ángeles han llegado a ser algo muy grande. De hecho, hay algunas personalidades bien conocidas que hablan sobre tener a su ángel personal y sobre la necesidad de tener contacto con un ángel.
Yo creo en los ángeles porque la Biblia claramente habla de ellos, pero los ángeles tienen un lugar indicado del cual Pablo habla en Colosenses 2:18–19:
Nadie os defraude de vuestro premio deleitándose en la humillación de sí mismo y en la adoración de los ángeles, basándose en las visiones que ha visto, hinchado sin causa por su mente carnal, pero no asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con un crecimiento que es de Dios. (LBLA)
Pablo nos está diciendo: “Si llegas a obsesionarte con los ángeles y a olvidarte de la cabeza, Jesucristo, te has salido del camino”. De hecho, si usted está obsesionado con los ángeles de tal forma que se olvida de Jesucristo, usted está en el error. El cuerpo crece, se nutre. Recibimos la vida y la dirección de la cabeza: Jesucristo.
Si Dios quiere que un ángel intervenga en mi vida, ¡maravilloso! Pero yo no necesito ponerme en contacto con un ángel ya que tengo una comunión constante con el Hijo de Dios quien, como hemos aprendido, es superior a los ángeles.
¡Jesús es el que creó el universo! Él es nuestro Señor y Salvador. Él es la vid, y nosotros somos los pámpanos. Tenemos comunión con Él. ¿Por qué querremos contactar con un ángel cuando podemos contactar con el Hijo de Dios ante quien los ángeles se postran y adoran?
Los ángeles están bajo el señorío de Jesús. Ése es su lugar correcto.
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