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En Salmos 63:1–4, el salmista hace una declaración increíble:
¡Dios, Dios mío eres tú! ¡De madrugada te buscaré! Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida, mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos. (RVR1995)
¿Qué quiere decir el salmista cuando dice que el amor de Dios es mejor que la vida? Permítame tratar de explicar.
Primero, estamos hablando del amor que Dios tiene hacia nosotros.
Y este tipo de amor del que el salmista habla es “mejor que la vida”. Este amor misericordioso de Dios es mejor que la vida.
Cuando pienso en mi vida sin Cristo, puedo recordar momento muy felices, alegrías que compartí con buenos amigos. Pero la menor misericordia de Dios compensa con creces aquellos buenos momentos.
Mi vida antes de conocer a Cristo era como intentar perseguir sombras. Hacía lo mejor que podía con una falsificación porque nunca había experimentado la realidad. Era como comer comida congelada cuando el Gran Cocinero había preparado este suntuoso banquete con los ingredientes más refinados.
Su misericordia es ciertamente mejor que la vida sin ella. La respuesta natural a este tipo de amor compasivo, a una vida tan abundante, es la alabanza. Y esto significa que cada día, hasta el día de su muerte, será un día de acción de gracias.
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