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En el devocional anterior comenzamos una serie de reflexiones acerca de dónde esperar que el diablo nos ataque. Apocalipsis 12:1–5 nos da una idea de dónde atacará primero:
Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto. Y apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera. Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con puño de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono.
El niño en este pasaje es el Señor Jesucristo, la mujer representa al pueblo de Israel, y el dragón que quería devorar al Niño en cuanto naciera es nuestro adversario, el diablo.
Fue el diablo quien influyó al Rey Herodes cuando éste mandó que todos los niños varones de menos de dos años fuesen asesinados. Fue solamente porque José fue advertido por Dios en un sueño que él, María, y Jesús escaparan a Egipto que se libraron de las garras de Herodes.
Lo que quiero que vea aquí es que la guerra vino a Jesús en cuanto nació. Y yo creo que debemos esperar una guerra en cuanto una persona nace de nuevo, en cuanto alguien se convierte a la familia de Dios.
Necesitamos estar preparados para ayudar, proteger y defender a aquellos que son nuevos bebés en Cristo.
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