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Cuando se habla de la fe, es muy importante hablar sobre el motivo de nuestra fe. Santiago 4:2–3 nos dice lo que es un motivo equivocado:
Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.
A Dios le importa el “por qué” de nuestras oraciones de fe. Dios está sumamente interesado en la condición de nuestro corazón. Es por eso que de vez en cuando siempre es bueno revisar nuestra motivación.
¿Por qué queremos lo que queremos? ¿Es impulsado por nuestro ego? ¿Estoy pidiendo solo para impresionar a otros? ¿Mis motivos son los correctos?
Ahora bien, tampoco tiene que obsesionarse. Usted puede sobre-analizar las cosas a tal grado que se paralice espiritualmente y no haga nada. La cuestión es que usted sea sincero con Dios y, como resultado, Él inmediatamente le avisará si sus motivos son los correctos o no.
Nuestro perro siempre suele estar en la puerta trasera, y rasguña el vidrio de una manera desesperada como si nos quisiera tanto que deseara entrar y estar con nosotros. Pero en cuanto le abrimos la puerta nos pasa volando y se dirige a la cocina en busca de comida.
¿Por qué desea obtener eso que pide? ¿Cuál es la razón detrás de su petición? ¿Es para la gloria de Dios? ¿Es para ayudar a las personas? ¿En verdad su motivación es pura?
Cuando su motivación es la correcta, Dios no tardará en responderle. Sin embargo, si su motivación no es la correcta, Dios no le contestará hasta que la corrija.
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