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En Hechos 9:32–35, nos da la quinta y última “P” del evangelismo, y ésta es el poder:
Y mientras Pedro viajaba por todas aquellas regiones, vino también a los santos que vivían en Lida. Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que había estado postrado en cama por ocho años, porque estaba paralítico. Y Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y al instante se levantó. Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor. (LBLA)
Dos ciudades completas se convirtieron a Cristo por una demostración del poder de Dios. Un hombre que había estado paralizado fue sanado por el Señor Jesucristo, y dos ciudades se entregaron a Dios.
Nosotros tenemos el mismo evangelio. Es el mismo Espíritu Santo. Servimos al mismo bendito Salvador, Jesucristo quien es el mismo ayer, hoy, y para siempre. Debemos orar que la voluntad de Dios, si es necesario, haga lo milagroso para salvar a las personas.
Pablo, escribiéndoles a los romanos, dice que él predicó completamente el evangelio con milagros, señales y prodigios. Hoy en día las personas responderán igual que en el pasado. Pero necesitamos ser firmes, salir de nuestra zona de comodidad y orar para que las cosas sucedan.
Cuando yo vivía en Oregón, había una muchacha india que estaba muy enferma, a punto de morirse. Los médicos le dijeron que se iba a morir. Una noche ella fue a una pequeña reunión y el evangelista oró por ella. Fue sanada y después entregó su vida a Cristo. Como resultado, su padre, un famoso jinete de rodeo, fue salvo, y su madre también fue salva. Después, un grupo grande de su tribu también vino a Cristo.
Evangelismo a través del poder. Necesitamos confiar en Dios para lo sobrenatural.
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