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Creo que la Biblia nos enseña que, cuando nos unimos, el impacto se multiplica más allá de los que se suman. Uno más uno es mucho más que dos. Permítame demostrarle lo que quiero decir.
En Deuteronomio 32:30, dice:
¿Cómo es que uno puede perseguir a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido, y el Señor no los hubiera entregado? (LBLA)
Aunque este versículo trata con la desobediencia de Israel hacia Dios y su posterior huída de sus enemigos, ¡piense en lo que se puede hacer cuando el pueblo de Dios le obedece! Dice que uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer huir a diez mil.
Aun cuando una persona puede impactar a mil, dos personas pueden impactar a diez mil. ¡Ése es un efecto multiplicado por diez!
Levítico 26:7–8, cuando Dios estaba dando promesas a Su pueblo si caminaban en Sus caminos, declara lo siguiente:
Perseguirán a sus enemigos, y ante ustedes caerán a filo de espada. Cinco de ustedes perseguirán a cien, y cien de ustedes perseguirán a diez mil, y ante ustedes sus enemigos caerán a filo de espada.
Vea que Dios dice que cinco perseguirán a cien, y cien perseguirán a diez mil. Al incrementar el número de personas por 20, su efectividad incrementará por 100. Una vez más, eso es un efecto multiplicador.
Quizás usted haya oído hablar de los caballos Clydesdale, esos caballos grandes, fuertes y trabajadores que pueden jalar mucho peso. Un caballo por sí solo puede jalar dos toneladas, pero si usted le une otro caballo, juntos pueden jalar 23 toneladas. ¡Eso es increíble!
Y así es como funciona cuando oramos juntos unos con otros. Cuando unimos nuestras fuerzas en oración y conectamos con el cielo, eso es lo que sucede. Hay un efecto multiplicador.
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