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En Génesis 12:1–3 leemos lo siguiente:
Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. (LBLA)
Observe cómo Dios le dice a Abram: “Abram, te voy a bendecir, y tú serás una bendición”. Pero esto es lo que quiero que vea: El hecho de que Abram iba a ser de bendición está ligado a que esté en el propósito de Dios. Solamente podía llegar a ser de bendición si seguía el llamamiento de Dios.
Usted jamás será la bendición que Dios espera que usted sea si no está siguiendo su propósito.
¿Implicaba esto algún riesgo para Abram? ¡Así es! Él tuvo que dejar todo lo que le era familiar y cómodo, su seguridad.
Dejó Ur de los Caldeos la cual la historia nos dice que era una de las ciudades más desarrolladas del mundo antiguo. Ellos tenían calles de piedra, una sistema de drenaje subterráneo y era un lugar de comercio mundial.
Abram dejó todo eso y se fue a la aventura por fe siguiendo el propósito que Dios tenía para su vida. Y, al seguir ese propósito, Dios le bendijo y llegó a ser de bendición para otros.
Pero piense en esto: ¿Qué habría pasado si no hubiera dejado su tierra? ¿Qué habría ocurrido si hubiera dicho: “Aquí me siento seguro. Ya he hecho mi vida aquí, tengo una buena casa y todo lo que necesito. Mejor me quedo”. Ni siquiera conoceríamos su nombre.
Siga su propósito. Ése es el lugar de bendición de Dios.
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