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Hay ocasiones en las que nos encontramos en los hoyos, cuando la vida suele estar al revés y aparentemente nada nos va bien.
Mientras uno lee los Salmos, se da cuenta de que el rey David a menudo se sentía de esa manera. Por ejemplo, fíjese lo que dice Salmos 88:2–6:
Que llegue ante ti mi oración; dígnate escuchar mi súplica. Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde del sepulcro. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; parezco un guerrero desvalido. Me han puesto aparte, entre los muertos; parezco un cadáver que yace en el sepulcro, de esos que tú ya no recuerdas, porque fueron arrebatados de tu mano. Me has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos.
Esos versículos son muy descriptivos de cómo usted y yo a veces nos sentimos: “Tan colmado estoy de calamidadesque mi vida está al borde del sepulcro—Me han puesto aparte—de esos que tú ya no recuerdas” (Salmos 88:3,6).
Cuando usted se encuentra en el hoyo, puede parecer que no hay salida. Su alma está en problemas, se siente desalentado, agobiado por los problemas de la vida, siente que algo dentro de usted ha muerto, y quizás hasta sienta que ha sido abandonado por Dios, como si de repente se hubiera olvidado de usted.
Lo que quiero que vea el día de hoy es que usted no está solo. Cada uno de nosotros ha pasado por esos días difíciles. ¡Incluso el rey David!
Dios conoce sus luchas. Así como hizo David, tome tiempo hoy para abrir su corazón a Dios y, en los próximos días, le mostraré cómo salir de los hoyos.
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