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Una noche, Pablo tuvo una visión. Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciáramos el evangelio. (Hechos 16:9–10 RVR1995)
¡El mundo está en necesidad y está llamando! Puedo escuchar a África, Asia, voces de Sudamérica y de Europa llamando. China y Australia, Nueva Zelanda e Indonesia, Japón y las Filipinas—voces de todo el mundo que están gritando: “¡Vengan y ayúdennos!”
El llamado puede venir de su mismo barrio, o del pasillo de al lado en el supermercado. “¡Ayúdeme! Estoy perdido. Quiero encontrar a Dios. Tengo problemas que no sé cómo enfrentar. Tengo un doloroso vacío en mi corazón que no sé cómo llenar. ¿Hay alguien que me pueda ofrecer respuestas?
¿Quién va ir a ellos si no es usted o yo?
Decir “No siento el llamado a ir”, es lo mismo que si un nadador junto a la orilla de la playa dijera que no siente el llamado de ir a salvar al hombre que se está ahogando enfrente de sus narices.
Pídale a Dios hoy que le dirija a alguien cuyo corazón ha clamado por respuestas y ayuda. Es muy probable que no tenga que ir muy lejos.
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