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En lo últimos devocionales hemos estado viendo la actitudes de un corazón que son propicias para recibir las bendiciones de Dios. Hoy veremos unas cuantas más.
Las personas se reunían para escucharle y después ser sanados. Algunos no querían tomarse el tiempo para escuchar, solamente querían la bendición para después seguir con sus asuntos.
Escuche lo que le dijo el apóstol Pablo a algunas personas en Hechos 28:27: “Tienen el corazón endurecido, tapados están sus oídos y cubiertos sus ojos. Por eso no pueden entender, ni ver ni escuchar. No quieren volverse a mí, ni quieren que yo los sane” (TLA).
Si vamos a experimentar sanidad o cualquier otra bendición de Dios, debemos tener un corazón que escuche y que sea receptivo.
Hace varios años, estaba escalando un cañón con uno de mis hijos. En aquel entonces, mi hijo tenía alrededor de ocho años. Llegamos a un lugar done mi hijo solamente podía escalar la roca si confiaba en mí.
Después de tirarle una cuerda, le jalé hacia mí. Mi hijo necesitaba creer que yo no iba a soltar la cuerda. Y porque así fue, alineó sus acciones con su creencia. Mi fuerza estuvo disponible para él y así pudo llegar a un lugar adonde nunca habría llegado si lo hubiera intentado solo.
La fuerza de Dios está disponible al corazón que confía y cree. Y, al creer, Él comienza a llevarnos al lugar adonde jamás hubiésemos llegado por nuestras propias fuerzas.
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