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Una de las cosas que aflige el corazón de Dios es que Sus hijos murmuren y se quejen. En Judas 1:16 encontramos algunas ideas interesantes sobre este comportamiento destructivo:
Éstos son murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho. (RVR1995)
La palabra quejumbroso en el griego es una palabra compuesta. La primera palabra significa culpar, y la segunda palabra significa su suerte en la vida. La cuestión es que los quejumbrosos culpan a otros por su suerte en la vida.
¿Acaso no es sorprendente cuando alguien toma decisiones equivocadas y, a la hora de enfrentar las consecuencias de esas decisiones, siempre le echan la culpa a alguien más?
Tengo dos consejos para usted sobre esto. El primero es que, si usted es un quejumbroso y un murmurador, deje de serlo. Dios no es honrado así, y usted está demostrando que está andando en sus propios deseos, no de acuerdo al Espíritu de Dios.
El segundo es que se mantenga lejos de personas así ya que, de lo contrario, terminará siendo como ellos. Proverbios 22:24–25 dice:
No te unas al iracundo ni te acompañes del irascible, no sea que aprendas sus costumbres y pongas trampa a tu propia vida. (RVR1995)
Sus actitudes y sus modos de pensar recaerán en usted.
¿Alguna vez ha echado a lavar un par de vaqueros con una camiseta roja? ¿Qué sucedió con los vaqueros? Se volvieron de color rosa, ¿sí o no? El color rojo se descargó en los vaqueros, y los vaqueros azules dejaron de ser azules.
Si usted se junta con personas que murmuran y se quejan, sus actitudes terminarán descargando en su manera de pensar. Y lo último que quiere ser es un murmurador y un quejumbroso.
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