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En nuestro último devocional, hablamos del pecado y cómo éste era la causa número uno de la sequía espiritual. La pregunta natural es: ¿cuál es la cura? ¿cómo termino con la sequía?”
Una sola palabra: arrepentimiento.
Además del pasaje que leímos anteriormente, 2 Crónicas 7:13–15 es claro e instructivo:
Cuando yo cierre los cielos para que no llueva, o le ordene a la langosta que devore la tierra, o envíe pestes sobre mi pueblo, si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Mantendré abiertos mis ojos, y atentos mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar.
El verdadero arrepentimiento literalmente significa un cambio interno del corazón que se manifiesta en un cambio externo de dirección. Si no hay un cambio externo de dirección, entonces no hay un arrepentimiento verdadero.
No hay un arrepentimiento real aunque usted se esté emocionando y esté llorando por su pecado. Eso no es arrepentimiento. Sentirse mal no es arrepentirse.
El arrepentimiento es el cambio de corazón que resulta en un cambio de estilo de vida, un cambio de dirección, una vuelta de 180 grados. De manera que tengo algo que decirle: si hay pecado en su vida, arrepiéntase.
El rey David nos da una gran ejemplo en el Salmo 32:4-5 cuando dice:
Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Selah Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: “Voy a confesar mis transgresiones al Señor”, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah
Si, debido al pecado, está en una sequía espiritual, arrepiéntase. Si lo hace, su sequía puede terminar y podrá experimentar las bendiciones de Dios.
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