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Mateo 18:8–9 nos aporta una importante perspectiva de cómo tratar con el pecado:
Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y arrójalo. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que ser arrojado al fuego eterno con tus dos manos y tus dos pies. Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo y arrójalo. Más te vale entrar tuerto en la vida que con dos ojos ser arrojado al fuego del infierno.
El ojo representa en nosotros la vida de los pensamientos, allá donde nace el pecado. La mano representa la acción de llevar a cabo el pecado. Y el pie es cuando el pecado se convierte en una caminata, un patrón, un hábito atrincherado de la vida, un estilo de vida pecaminoso.
Cuando Jesús dijo: “Arráncatelo”, se estaba refiriendo a hacernos a nosotros mismos un juicio despiadado. “Arráncatelo y échalo fuera”. En otras palabras, aléjese lo más que pueda de la fuente de su pecado.
Recuerdo en una ocasión que caminé en medio de una enorme telaraña. Mientras lo hacía, pude ver esta enorme araña anaranjada. Cuando me topé con la telaraña, sentí que se me pegó en el cuello. Comencé a agitarme como loco, pegándome a mi mismo y rompiéndome la camisa, tratando de quitármela de encima.
¿Y sabe qué? En el momento en el que un pensamiento pecaminoso aterriza en su mente, usted debería hacer lo mismo. Comience a quitárselo de encima y empiece a citar versículos bíblicos.
Haga todo lo posible para evitar que le clave los dientes en su vida. Así como dijo Jesús, será mejor para ti si lo haces.
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