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Proverbios 12:18 nos da un consejo muy valioso:
El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio.
¿Alguna vez ha conocido a alguien muy bueno para hacer observaciones tajantes? ¿Habla palabras como si fueran golpes de espada?
Hace alrededor de veinte años estaba en la casa de unos amigos. Todos estábamos pasando un buen rato y yo hice un comentario hacia uno de los hermanos de la familia. Fue un comentario para pasarme de listo y con la intención de molestarle.
Dos personas, miembros de la familia, escucharon lo que había dicho, se rieron un poco y dijeron: “¡Muy bien, Bayless! ¡Ya lograste molestarle!” Sin embargo, en cuanto dije eso, su semblante cayó, y yo me sentí acongojado. Aunque busqué una oportunidad para pedirle disculpas aquella noche, no lo pude hacer porque él terminó yéndose de la fiesta temprano.
He lamentado ese comentario desde entonces. Me arrepentí, y la sangre de Jesucristo me limpió de ese pecado pero, ¿sabe qué? Aquellas palabras ya habían salido, y no podía hacer que regresaran.
Poco después de aquella noche, él se involucró de lleno en un estilo de vida sexual destructivo. Tengo que pensar que posiblemente mis palabras lo alejaron de Dios. Quizás fui yo quien le dio ese golpe de espada que le empujó al precipicio.
El Nuevo Testamento dice en Efesios 4:29:
Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan.
¿Sus palabras están ministrando gracia a aquellos que le escuchan? ¿Está edificando? ¿O está destruyendo?
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