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Cada vez que yo doy, espero una bendición a cambio. Es una ley que encontramos en las Escrituras. Es una promesa de Jesús.
Pero, ¿sabe qué? Ésa no es mi motivación principal para dar. Y ésa no debe ser nuestra motivación para dar. Jesús dijo en Lucas 6:32–38:
“¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes”.
¿Cuál es el meollo de todo esto? Jesús dijo: “No ames solamente para recibir amor a cambio; no hagas el bien solo para recibir el bien a cambio; no prestes solo para esperar algo a cambio”.
Jesús lo deja bastante claro: si uno hace esas cosas con la motivación correcta, sí se nos devolverá. Nuestra recompensa será grande.
No dé con la motivación de solamente recibir algo a cambio. ¡Los inconversos tienen esa motivación! ¿Cómo se distingue de ellos? Dando con una motivación superior.
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