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Romanos 12:9–14 dice:
El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan.
Al final del versículo 13, Pablo dice que debe “practicar la hospitalidad”. La palabra practicar en el resto del Nuevo Testamento es la palabra griega traducida como “buscar”. Esto se puede traducir como “buscar la hospitalidad”.
La hospitalidad en el Griego es una palabra compuesta. La primera parte de la palabra significa tener amabilidad hacia alguien. La segunda parte significa huéspedes. Así que, la hospitalidad significa ser amable con los extraños, abrir su corazón y abrir su hogar a otros.
Las Escrituras son muy claras cuando dicen que debemos buscar la hospitalidad. Es una de las maneras más grandes de demostrar el amor de Dios a la gente necesitada.
Recuerdo como si fuera ayer una vez cuando estaba predicando en una iglesia. Fue hace más de 20 años, estaba recién casado. Después de terminarse la reunión, Janet y yo estábamos de pie viendo a nuestro alrededor sin saber qué hacer. Nadie estaba conversando con nosotros y la iglesia no nos había provisto de alojamiento ni de alimentos.
Justo en ese momento, una pareja de ancianos se nos acercó y nos invitó a su casa para almorzar, lo cual aceptamos con agradecimiento.
Y, ¿sabe qué? No recuerdo lo que prediqué ese día, pero hasta el día de hoy recuerdo haber comido carne asada en la casa de esa pareja. Recuerdo su generosidad, su espíritu de hospitalidad y cómo nos hicieron sentir bienvenidos.
¡Busque la hospitalidad!
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