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En nuestro devocional anterior aprendimos que Dios se deleita en bendecirnos. Sin embargo, esa prosperidad debe estar acompañada por una actitud especial, una actitud que encontramos en 1 de Reyes 3.
Este pasaje narra la aparición en un sueño de Dios a Salomón en Gabaón. En el sueño Dios le dice a Salomón: “Pide lo que quieras que yo te dé” (1 Reyes 3:5 LBLA).
¡Una declaración increíble! E increíble es también la respuesta de Salomón que revelaba la actitud de su corazón, esa actitud que debe acompañar a nuestra prosperidad. Dicha respuesta está registrada en 1 Reyes 3:7–10:
Y ahora, Señor Dios mío, has hecho a tu siervo rey en lugar de mi padre David, aunque soy un muchacho y no sé cómo salir ni entrar. Tu siervo está en medio de tu pueblo al cual escogiste, un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su multitud. Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande? Y fue del agrado a los ojos del Señor que Salomón pidiera esto. (LBLA)
Dios se deleita cuando, en nuestros corazones, ponemos a otros antes que a nosotros mismos. Dios se deleita en prosperarnos cuando la prosperidad no es nuestro objetivo principal en la vida. Cuando hacemos las cosas bien y en nuestros corazones ponemos a otros en primer lugar, Dios nos puede bendecir más allá de lo que imaginamos.
Dios le dará todo lo que necesite para llevar acabo el plan que Él tiene para su vida. Dios le dará en abundancia todas las cosas para que las disfrute, siempre y cuando tenga una actitud próspera que ponga Sus planes y Su pueblo primero.
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